Crítica The King’s Man: La primera misión
Crítica de la película The King’s Man: La primera misión
Un valiente viaje al origen de la franquicia que se niega a ser más de lo mismo. .
Lo que más le aplaudo a esta película es su capacidad para correr el riesgo de viajar en su tono hacia un territorio que la diferencia de sus dos predecesoras. Sin duda el hecho de ser una precuela que nos narra el origen de la organización de espías que ya conocemos la justifica plenamente para ello, pero podría haber optado por arriesgarse menos y darnos más de lo que ya conocemos, y nos gustó, en lugar de jugar la carta de lo atrevido e incluso entrar en el territorio de lo temerario. Y con esto último me refiero a un momento clave, punto de giro definitivo de la trama, que obviamente no voy a explicar aquí para no hacer un spoiler que sería canalla, pero garantizo que va a dejar a los espectadores presas del estupor.
Añadan a todo eso que resulta una película plenamente eficaz como vehículo de entretenimiento y evasión, y que además está liderada por un Ralph Fiennes que hace viajar con singular eficacia a su personaje, un héroe poco común en el cine de nuestros tiempos -varón, blanco, maduro, padre de familia-, por varias fases de evolución que van desde lo vulnerable, pasivo y reticente a lo plenamente participativo y peleón, en paralelo con el propio tono de la película. Se completa así su personaje finalmente ejerciendo como recuerdo de los clásicos personajes que protagonizaron el cine de capa y espada -y hay espectaculares duelos a espada e igualmente espectaculares secuencias de acción para respaldar sea propuesta-, y transformándose en digno heredero de ese James Bond que hemos perdido en la última película del otrora icónico, y saludablemente ligero y despreocupado personaje de Ian Fleming, y ese Indiana Jones que tanto nos ha divertido en las películas del mismo que conocemos hasta el momento y espero no nos vayan a sacrificar en el altar de la moda derrotista en la quinta película de su saga, presa, como 007, del fantasma de las lágrimas y la disparata apuesta por la fatiga de la derrota que recorre hasta provocar la náusea los más oscuros y deprimentes pasillos del audiovisual de nuestro tiempo.
De manera que si quieren ir a ver un cine de acción, evasión y entretenimiento pleno y pasar un buen rato de película de aventuras sin complejos, sin intentar adoctrinamiento ni angustias existencialistas, esta es su película.
Tiene sus pegas, cierto eso, pero me ha dado un rato de evasión tan saludable y necesario en los tiempos que vivimos que aplaudo la propuesta, donde en su parte sólida está la apuesta por distanciarse en el tono más oscuro de sus predecesoras, encontrando así su propia identidad y apostar por dar un giro radical a su rumbo atreviéndose a ir contra pronóstico. De ese modo organiza todo lo que parece -subrayo parece- desorganizado en su primera mitad, con el ir y venir por distintos personajes y momentos históricos con una ligereza voluntariamente disparatada y la falta de rigor histórico con que se adorna para entrar en el territorio de la caricatura, sentando las bases del mejor ejercicio de mezcla de parodia de un género y reflexión seria sobre el mismo que caracteriza las películas de su director.
Quizá entender esto último, cómo Vaughn se atreve a entrar en esa mezcla de tonalidades de parodia y drama, es la clave para disfrutar mejor la película y ser más justos y objetivos respecto a sus logros, aunque su paso a un tono más oscuro que el de las anteriores, esa ligereza caricaturesca que puede incomodar inicialmente a los amigos de la Historia -lo reconozco, a mí me ha incomodado-, y ese temerario paso tan bien articulado visual y narrativamente para dar paso al tercer acto, pueda despistar en principio.
Disfrútenla primero como entretenimiento y luego repararán en lo bien que encajan todas sus piezas y lo que realmente ha querido hacer el director.
Miguel Juan Payán
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