Crítica de la película The Prodigy
Pese a la utilización de numerosos trucos, Nicholas McCarthy consigue mantener el pulso terrorífico.
Música estridente para enfatizar los sustos, escalones con cristales rotos y luces apagadas, transformaciones anunciadas, y miradas de las que hielan la sangre; tales elementos son los utilizados por el cineasta Nicholas McCarthy para elaborar la atmósfera malsana que se respira desde el primer fotograma de The Prodigy.
La trama, aunque ingeniosa, no deja de resultar un tanto recurrente en las películas del género de las posesiones psicopáticas. La historia comienza con la escapada de una chica en una noche oscura. La muchacha presenta la amputación de una mano, y reclama la ayuda de un conductor. Cuando llega la policía al lugar donde esta se hallaba retenida contra su voluntad, un hombre desnudo hace intención de atacar a las fuerzas del orden, con la mano de la víctima empuñada falsamente como una pistola. En el momento en que los agentes abaten al tipo (ojo al cuidado que pone el director para que los cañones de las escopetas oculten los genitales del señor), una mujer alumbra a un bebé en el hospital. Por razones del destino sobrenatural, el alma del asesino anida en cuerpo del pequeño; y, en este embalaje de huesos y carne, el criminal procurará finalizar lo que dejó inconcluso.
Tal argumento sirve a McCarthy para montar una película plagada de primeros planos a la cara del niño protagonista, quien es interpretado con convicción y habilidad por el joven Jackson Robert Scott. Precisamente, la relación del chaval con su madre (Taylor Schilling también es uno de los aciertos del filme, en la piel de la angustiada Sarah) es lo que desencadena la evolución del guion.
Esa sensación de amor maternal e infructuosos intentos para salvar al niño del poder demoniaco del coleccionista de manos es lo que mejor funciona en la película, ya que lo demás está escenificado con un efecto de continua dependencia hacia otros títulos de corte similar.
A pesar de que el Anticristo no es el espíritu que amenaza al inocente Miles, la sombra de La profecía es alargada en la propuesta del responsable de la interesante cinta El pacto. Los paralelismos entre The Prodigy y la citada obra de Richard Donner se muestran demasiado evidentes en no pocas secuencias, y el personaje de Sarah recuerda bastante al del diplomático al que dio vida Gregory Peck, en 1976.
Pero La profecía no es la única movie que aprovecha McCarthy para desarrollar el guion del largometraje, ya que en su maleta de inspiraciones también es posible encontrar parecidos razonables con El asesino del más allá (Brett Leonard, 1995) y El muñeco diabólico (Tom Holland, 1989). Incluso existe un episodio de la serie Expediente X, que guarda bastantes conexiones temáticas con The Prodigy.
El director mezcla con cierta soltura y estilo todos esos elementos prestados, y los lleva a su terreno, para montar un escenario de escalofríos de laboratorio; en el que cualquier truco es potenciado al máximo de sus posibilidades.
Unas pizcas interesadas sobre reencarnaciones problemáticas y reflexiones de programa televisivo sobre la transmigración de las almas completan esta resultona película de terror esotérico, en la que el asunto de los niños poseídos vuelve a copar el protagonismo de las pesadillas desquiciantes.
Jesús Martín
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