Una comedia gamberra menos gamberra de lo previsto. En sus primeros treinta minutos se despista bastante porque quiere contar demasiadas cosas a la vez, de una manera un tanto frenética. El diálogo se llena de tacos y de gritos, con los personajes hablando a toda velocidad, pero realmente no diciendo gran cosa. Bueno, sí dicen cosas: hay unos seis o siete chistes de mamadas, algún otro de condones, mucho taco (¡fuck! ¡shit! y en ese plan)… Se encadenan diálogos absurdos, sin ningún sentido (los dos extorsionadores hablando del glosario de términos “especiales” para tratar con los clientes en su futura casa de masajes, o los dos “atracadores” discutiendo sobre qué automóvil van a robar o si deben usar el del protagonista mientras conducen camino del golpe…). Lo malo no es que sean diálogos absurdos, ni que hablen como ametralladoras continuamente. Lo malo es que simplemente no tienen gracia.
No tengo nada en contra del humor absurdo. Incluso recuerdo haberme reído con películas bastante absurdas y con muchos altibajos de ritmo, como Colega, ¿dónde está mi coche?, que me vino a la memoria viendo a Eisenberg y su colega indio camino del atraco en esta otra, pero en 30 minutos o menos simplemente no me ha resultado fácil encontrar algo de lo que reírme con la frecuencia suficiente como para que me dejara enganchado permanentemente a la trama. Es una sucesión de diálogos rápidos y numerosos que están lejos de ser el bombardeo de chistes y anzuelos hilarantes que pretende ser. El ritmo no lo mejora ni la invocación o cita de los clásicos del cine de acción de los ochenta, como La jungla de cristal (en la película que están viendo en la tele), Arma letal (en los dvd que alquila el protagonista) o Superdetective en Hollywood (en la banda sonora que ambienta la fuga tras el atraco). Ese rosario de guiños nostálgicos no es suficiente acicate para hacer que la película funcione como broma. Y por otra parte la escena de la fuga y la persecución de la policía tampoco es que sea precisamente la de Granujas a todo ritmo con los Blues Brothers…
El caso es que, guste o no guste, en esta fábula hablan mucho, más de la cuenta, y eso sólo funciona como recurso humorístico si los diálogos son tan bien enhebrados y construidos como los de, por poner un ejemplo notablemente popular y muy logrado, la serie de televisión The Big Bang.
Ninguna de las dos parejas principales de protagonistas tiene gracia, y además en el caso de los villanos esa tendencia a comportarse como niños no sólo no los hace más graciosos, sino que por repetitiva y acaba por agotar la paciencia del espectador (ya los gags de los dos gamberros viendo Viernes 13 en 3D e “interactuando” con Jason hacían temer lo peor).
Resultado de todo ello: un intento fallido de comedia gamberra que en mi opinión no ha trabajado lo suficiente los gags verbales pero tiene exceso de verbo, y en general está sorprendentemente escasa de buenos gags visuales.
Miguel Juan Payán
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