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Crítica A través del mar película dirigida por Marçal Forés con Clara Galle, Julio Peña, Hugo Arbués, Eric Masip
Mejor, más interesante y compleja que la anterior.
Hay que entender, eso sí, que hablamos de un producto dirigido a un target muy concreto, de una edad muy específica, y con un interés por este tipo de historias románticas con escenas de sexo y personajes enfrentados debido a sus enormes diferencias, pero siempre atraídos por una química indescriptible. En ese sentido, la secuela de A través de mi ventana, supera a la original en su amplitud de miras y en su entendimiento de que no pueden dar simplemente más de lo mismo.
Hay claves que se mantienen, por supuesto, pero la película no duda a la hora de saltar al vacío para intentar algo nuevo, distinto. Mejor. Y, por supuesto, es infinitamente superior a sagas como After, que nos llegan de fuera, y que no tienen ni una gota del talento que encontramos en esta propuesta, especialmente a la hora de proponer una historia coherente.
Una historia que en esta ocasión nos traslada a la playa, a unas vacaciones de verano que parecían ser idílicas, y poco a poco se transforman en algo más, cuando el resto de personajes lleguen a compartirlas, no solo los rostros que ya conocíamos, sino también otros nuevos. La película desde ese momento, cambia por completo lo que podíamos esperar, y en lugar de centrarse en Ares y Raquel, los dos protagonistas, abre las tramas al resto de los hermanos de la familia y sus relaciones personales. Por supuesto, nunca deja de tener claro que los protagonistas son ellos dos, pero no se cierra ante otras posibilidades, y deja que los personajes respiren y caminen solos, explorando sus historias sin miedo y con determinación. Algo que se agradece mucho en una película como ésta. También se agradece que decida, además, ser valiente con los giros argumentales y dejarnos más que sorprendidos con alguno de ellos.
Hay una química evidente entre Julio Peña y Clara Galle, eso se nota desde el primer momento, pero también se nota el viaje realizado por ambos desde la primera película, su evolución como actores. No sólo tiene que haber química, tiene que haber talento y una evolución en la forma en la que se acercan a los personajes.
Les ayuda mucho que el guión no les ha llevado por los lugares más comunes del género, especialmente a Ares, a quien le ha dado una profundidad y tridimensionalidad mayor. La primera película estaba contada desde la mirada de Raquel, y aquí hay una mirada más omnipresente que permite conocer mejor al personaje de él, sus errores, sus aciertos, sus miedos… Era algo que Raquel, cuya evolución aquí no deja de sorprender, ya exploraba en la primera película, y aquí sucede también con Ares.
La película también ha crecido visualmente. Desde el arranque con ese plano aéreo, a lo que viene después. No deja de ser lo que es, pero quiere agradar y crear un mundo complejo en lo narrativo. Con aciertos y errores, porque hay escenas que producen rubor, honestamente, y no del que buscan ellos.
El montaje de los helados es una de ellas. La de la leche en el suelo, otra. Son los momentos en los que la película abraza su lado más previsible, más de película juvenil erótica, que de drama juvenil. Ahí, cuando ahonda en los tópicos, cuando camina por lo visto una y mil veces, cuando se recrea en esos momentos que dan grima, la película falla, pese al esfuerzo de todos, y nos da como resultado una obra más del género. Pero cuando arriesga, cuando confía y cuando se lanza al vacío, acierta.
Jesús Usero
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