Crítica Anora película dirigida por Sean Baker y protagonizada por Mikey Madison y Mark Eidelshtein
Sean Baker narra con sentido del humor un sensual cuento moderno, sobre la relación entre una prostituta y el hijo de un millonario ruso.
De qué va Anora
Ani (Mikey Madison) es una joven de origen ruso que trabaja en un local de alterne en Brooklyn, Nueva York. La chica es una de las más populares en el lugar, donde realiza bailes eróticos bastante explícitos, sobre el cuerpo de clientes que se rinden ante sus virtudes físicas y anatómicas. Una noche, Ani conoce a un chico llamado Iván (Mark Eidelshtein): el vástago de un importante empresario moscovita, que se dedica a despilfarrar sumas ingentes de dinero en su estancia en USA. Tras una relación corta de desfogue, alcohol y drogas, el muchacho eslavo le pide a Ani que se case con él en Las Vegas.
Crítica Anora
El cuento de La Cenicienta, con notables salvedades situacionales, parece ser la espina dorsal de Anora: la película con la que el director neoyorquino Sean Baker (The Florida Project) ganó la Palma de Oro en el pasado Festival de Cine de Cannes. Baker moldea a su antojo el relato popularizado por Charles Perrault, para diseñar la historia de una trabajadora de la noche, que ve la posibilidad de abandonar el mundo del sexo por un matrimonio ventajoso.
La idea formulada antes en Pretty Woman (Garry Marshall, 1990), relativa a la historia de amor entre una prostituta y un galán adinerado, se encuentra transformada en Anora en una macedonia de inspiraciones varias, que mezcla el drama social, la comedia disparatada y la crónica erótica de mujeres dedicadas a satisfacer por una noche los sueños prohibidos de clientes con abultadas cuentas corrientes.
Alejado de las limitaciones morales de Pretty Woman, Baker introduce su cámara en el macabro mundo de la protagonista; y lo hace sin juzgar las acciones del personaje principal, quien se toma su labor sexual como una manera de luchar contra la pobreza, para sobrevivir en una urbe tan salvaje como es la ciudad de Nueva York. Esta determinación por mostrar las escenas privadas de Anora diluye el elemento de cuento de hadas que sí estaba presente en Pretty Woman; aunque finalmente, esta decisión argumental se queda en una mera perspectiva sobre la banalidad de un universo tan artificial e ilusorio como el que experimentan Iván y Ani.
La relación entre Anora e Iván es la parte menos profunda y más videoclipera de la película; lo que provoca una sensación de desconcierto en lo relativo a los sentimientos de la pareja protagonista (los impulsos de Anora están entre el gusto por el lujo y el afecto hacia Iván, mientras que el chico parece hipnotizado por las habilidades sexuales de su singular Cenicienta).
Afortunadamente, la insufrible sucesión de encuentros alocados entre Iván y Anora adquiere un toque más chispeante con la parte del film dedicada a mostrar una senda de humor desenfrenado y abiertamente neurótico, casi en la línea de ¿Qué me pasa, doctor? (Peter Bogdanovich, 1972).
No obstante, tales subidas y bajadas temáticas quedan algo lastradas ante la resolución de trazo grueso que plantea Baker en la conclusión de la movie, bastante previsible y muy poco alentadora desde el punto de vista creativo.
Te gustará si te gustó…
Pretty Woman (Gerry Marshall, 1990), en cuanto a lo del supuesto enamoramiento entre una prostituta y un millonario; y Algo pasa en Las Vegas (Tom Vaugham, 2008), por lo del casamiento en la llamada Ciudad del pecado.
Jesús Martín
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