Crítica El cuervo (2024) película dirigida por Rupert Sanders con Bill Skarsgård, FKA Twigs, Danny Huston, Laura Birn
Prescindible y aburrido retorno de El Cuervo, no aporta nada
Lamentablemente el intento de regreso de El Cuervo es un ejemplo del innecesario cine de descartes que estamos tropezándonos cada vez con más frecuencia en las carteleras, especialmente si se relaciona con propiedades intelectuales, franquicias, marcas, juguetes, comics, con los que todo indica que los encargados de explotarlas no entienden, o simplemente no les interesa, el universo de ficción o la mitología con la que trabajan.
Y encima al descartarse los artífices de la película apuestan y se quedan con las cartas malas para tirar las buenas, no saben ni descartarse.
Bill Skarsgard solo ante el peligro
El caso de este nuevo Cuervo es similar al de la otra película más aburrida que he visto este año, Borderlands. Se trata de películas sin nervio, sin desarrollo de personajes que se quedan en mero recortables bidimensionales.
Aquí por ejemplo a los dos personajes principales Eric y Shelly les falta desarrollo, su psicología es de telefilme apresurado y hecho sin muchas ganas, así como con prisas, pero aún más prisas y menos cuidado han tenido a la hora de insuflar al menos algún atisbo de vida e interés en los antagonistas. Si Eric y Shelly son recortables, los antagonistas directamente son como maniquíes con poca más personalidad y desarrollo que el mobiliario de la película. Hay lámparas más interesantes que ellos en este largometraje, yo ahí lo dejo.
El guion propone de inicio algunos cebos de interés sobre los antagonistas que luego no se cumplen. Ejemplo: la joven pianista, parece que va a tener algo más de interés o desarrollo, pero finalmente es solo otro maniquí puesto al lado del antagonista principal interpretado por Danny Huston, actor que va en piloto automático, pero como el piloto automático del avión de Aterriza como puedas, ya saben, aquel muñeco hinchable.
En cuando al dúo protagonista, a FKA twigs el papel de Shelly le viene grande y no hay química alguna con el Eric de Skarsgard, que incluso se ve lastrado por el desequilibrio de reparto en la pareja principal. Abunda así la propuesta en dejar muy solo ante el peligro a Skarsgard, gran actor en un papel prometedor, pero totalmente fallido en su materialización final en la pantalla. No se puede construir mucho sobre absolutamente nada.
Pose Tik Tok recauchutada
Particularmente crispante es la absoluta nada que a un ritmo muy lento se desplaza por la pantalla en la primera hora y media de la película, demasiado tiempo dedicado a presentar a dos personajes sobre los que hay mucho que contar, pero la película no cuenta casi nada realmente interesante, o lo hace desde el cliché más superficial y poco estimulante que cabe imaginar.
Mal en el control de tiempos, la presentación de la trama romántica que se establece entre Eric y Shelly está lastrada por el empeño sistemático, y a la vista de lo resultados obtenidos suicida, de apartarse de la línea trazada por la película de Alex Proyas con Brandon Lee. Pero apartarse por que sí, no porque tengan nada realmente nuevo, diferente o interesante que ofrecer.
Estamos ante una película que define muy bien nuestra época, que renuncia a la riqueza del lenguaje cinematográfico para recauchutarse en modo vanguardista trasnochado con una perpetua y exhibicionista apuesta por la pose que no parece pillar lo interesante de Tik Tok y solo copia lo peor del invento con una falta absoluta de ritmo narrativo. Y además es tan fría en los vínculos y conflictos que establecen y definen a los personajes que parece fabricada con una Inteligencia Artificial que iba para tostadora pero sorprendente fue fichada por la industria del cine para perpetrar fábulas gélidas, deshumanizadas e infumables.
Y para rematar la jugada es visualmente plana y bastante repetitiva. Me pregunto cuántas veces es necesario recordarle al espectador la misma escena de la parejita tonteando alrededor de un visillo, que como expresión de vínculo emocional es por otra parte bastante ñoña, floja y simplona.
Esto no lo salva ni la secuencia de acción exageradamente brutal y sangrienta que remata con una sucesión de maniobras y usos de la espada que acaban por convertirla en una involuntaria caricatura.
Miguel Juan Payán
Crítica El cuervo (2024)
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