Crítica Parthenope película dirigida por Paolo Sorrentino y protagonizada por Celeste Dalla Porta, Stefania Sandrelli, Gary Oldman y Silvio Orlando.
Poético e inspirado film sobre la fugacidad de la belleza y de la juventud.
De qué va Parthenope
Parthenope (Celeste Dalla Porta) es una joven napolitana que tiene el mundo a sus pies. La chica deslumbra a propios y extraños, con su talento para la filosofía y su apabullante sensualidad. Ansiosa por aprender en qué consiste la vida, Parthenope lee todo lo que cae en sus manos, mientras llama la atención de sus profesores universitarios con su talento para discernir sobre las paradojas existencialistas más complejas. Pero un día, su hermano se suicida, y su anterior alegría se transforma en una tristeza que amenaza su otrora universo de disfrute sin límites.
Crítica Parthenope
Paolo Sorrentino continúa con su exploración de la belleza y la fugacidad de la misma, esta vez a través de un personaje hipnótico y arrebatador, tanto por su inteligencia como por su anatomía y rasgos de clasicismo renacentista. El cineasta de La gran belleza monta con semejante protagonista una obra de trazos poéticos, en la que la región de Nápoles destila sus contradicciones más extremas, desde el glamur decadente a las aspiraciones más elevadas de una población marcada por la pobreza y los comportamientos agresivos.
Para desarrollar sus tesis sociológicas y humanistas, Sorrentino se apoya en un engranaje audiovisual de impecable factura, repleto de momentos memorables; muchos de ellos tomados directamente de la influencia del genio surrealista y sarcástico del maestro Federico Fellini, y de otros celebrados directores de la cinematografía transalpina. Las escenas en las que Parthenope se pasea con un desconocido por los lupanares napolitanos, mientras asiste a una extraña ceremonia pública de entrega sexual entre una pareja de recién casados, destilan un barroquismo que no resultaría distante de las emociones pictóricas potenciadas por Caravaggio. Todo un compendio de sensaciones, que el director de Il divo matiza con una banda sonora envolvente, compuesta por temas de Riccardo Cocciante (Era già tutto previsto) y Gino Paoli (Che cosa c’è?), entre los más destacados.
En medio de ese extenso tapiz de fotogramas inspiradores, Celeste Dalla Porta ejecuta una sobresaliente caracterización de la soñadora e intimidante Parthenope, quien parece sacada de un relato mitológico, pese a que la acción se mueve entre las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo XX. Semejante retrato de la joven y bella protagonista impulsa también el mensaje de tristeza y decadencia que transmite la película, y que se materializa especialmente en la colaboración de un somnoliento y envejecido Gary Oldman, quien encarna al escritor norteamericano John Cheever; el cual admira la perfección física de Parthenope, al tiempo que ahoga su asfixia intelectual en ingestas autodestructivas de alcohol.
A pesar de su enorme trabajo de asociaciones sensitivas, el film de Sorrentino peca en numerosas ocasiones de una cierta frialdad conceptual, y de un estilismo que puede desconcertar a algunos espectadores. Dentro de este laberinto de temas superpuestos que nutre el guion de Parthenope, queda algo deslavazado el presunto incesto mental que lleva al hermano de la protagonista al suicidio, o la crítica soterrada a las corruptelas eclesiásticas, que experimenta la chica con el mismo nombre de la sirena que intentó encantar a Ulises, en La odisea.
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Parthenope forma un conjunto creativo con las otras dos cintas de Sorrentino sobre la existencia: La gran belleza y La juventud.
Jesús Martín
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