Crítica Scream VI ★★★

Crítica Scream VI de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett

La secuela más disparatada, irreverente, posiblemente divertida y ridícula a la vez.

La sexta entrega de Scream nos trae de vuelta a los personajes de la película anterior, liderados por Melissa Barrera y Jenna Ortega, además de recuperar a Courteney Cox y Hayden Panettiere, pero dejando descansar al personaje protagonista desde la primera entrega, el de Neve Campbell, quien deja la franquicia al menos por el momento. Quienes sí regresan son Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin como directores y Chad Villella como productor, es decir, Radio Silence nuevamente al frente de la película y, podemos decir, que en esta ocasión la dirección es más elegante y contundente que en la película anterior. Como si, por fin, los responsables de la película se hubiesen liberado de las ataduras y fuesen libres para contar la historia a su manera. Eso parece haber funcionado y hay mucha más personalidad en la película de lo visto hace un año cuando se estrenó la anterior.

Otra cosa es el guión escrito por James Vanderbilt y Guy Busick, a quienes les importa poco si la película tiene mucho sentido. Es más, parecen confiar continuamente en que los espectadores no van a pensar ni por un segundo en lo que están viendo. La trama se traslada a Nueva York, con las hermanas Carpenter intentando seguir con su vida lejos de Woodsboro, pero un nuevo Ghostface empieza a matar gente y a acosarlas nuevamente, lo que traerá a otros personajes de la franquicia de vuelta. Uno de ellos será Gale Weathers, la intrépida periodista, y otro será Kirby Reed, una de las actrices de Scream IV, quien vuelve para tratar de cazar al nuevo asesino. A partir de todo esto, las situaciones imposibles se suceden una detrás de otra, y el guión va derivando de una set piece a otra intentando impresionar al espectador, aunque lo que suceda no tenga mucho, o nada, de sentido.

Tanto Melissa Barrera como Jenna Ortega están mucho más seguras también en esta ocasión y eso ayuda a la película y a sus personajes. Ambas jóvenes actrices siguen creciendo y tienen el talento necesario para imponerse al mediocre guión y convertirse de pleno derecho en las nuevas protagonistas de esta parte de la historia. No funcionan igual todos los personajes que hay alrededor, porque en esta ocasión el villano se ve venir a la legua (digamos que no actúa de forma natural precisamente…), y algunos secundarios son objetos que apuñalar por el asesino, no personajes reales. El arranque con Samara Weaving y Tony Revolori es realmente divertido y lo más cercano en esencia a la película original. Pero a partir de ahí todo cambia… para que todo siga igual. O peor, en realidad, porque casi nada encaja.

Por un lado tenemos unos asesinatos realmente bien orquestados, con un uso de las llamadas telefónicas mucho mejor a entregas anteriores, y con la ciudad de Nueva York de fondo, lo que lleva a momentos tan brillantes como el del metro. Por otro tenemos un guión empeñado en llamarnos idiotas a la cara. Nadie llama a la policía. Nunca. Jamás. Prefieren cruzar la ciudad inútilmente. Nadie se cuestiona comportamientos imposibles. Nadie actúa de forma natural. Las trampas y costuras del guión se ven a kilómetros y los responsables siguen pensando que no las veremos, obsesionados con llevarnos a su siguiente muerte, siempre divertida. Por eso es la entrega más disparatada, más mamarracha y más impensable, pero también una de las más divertidas y entretenidas de ver, pese a sus dos horas de duración. Sentimientos encontrados con la nueva entrega de Scream. Muy encontrados, la verdad.

Jesús Usero

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