Crítica Smile

Crítica de la película Smile

Efectista y entretenida película de terror, en la que el debutante Parker Finn mantiene la tensión escénica de principio a fin.

      En 1998, el japonés Hideo Nakata enseñó al mundo lo que una pesadilla ancestral podía provocar. The Ring, título de la obra del creador nipón, marcó una época para el cine de terror moderno, a través de su fantasma psicótico e imparable, que asesinaba a todos los que visionaban una diabólica cinta de vídeo. El debutante Parker Finn aprovecha parte de la idea sobre la persecución de espíritus infernales hacia los incautos hombres y mujeres, que ensambló Nakata hace veinticuatro años; y la identifica con una sonrisa forzada y satánica, con la que aparece la entidad sobrenatural de su película.

      El guion de Smile comienza con el personaje protagonista (la doctora Rose Cotter, a la que caracteriza Sosie Bacon) de niña, cuando asistió al suicidio de su madre. Ya de adulta, la mujer se ha convertido en psiquiatra, decidida a exorcizar su turbulento pasado. Un día es ingresada en el hospital una joven estudiante llamada Laura, la cual ha visto cómo su profesor se quitaba la vida delante de ella. La muchacha cuenta a Rose que una presencia extraña la persigue, y no acabará de hacerlo hasta que la chica se mate. Ante la alteración del comportamiento de la paciente, la psiquiatra requiere la ayuda del personal del centro. Sin embargo, cuando acaba de llamar, Laura se raja el cuello con el trozo de un jarrón roto, mientras mira a Rose con una sonrisa macabra y amenazante. A partir de ese instante, la facultativa verá cómo su mundo se torna en un universo de pesadilla, en la que percibe la existencia de un ser criminal y sádico.

      Parker Finn escenifica el relato de Smile sin muchas estridencias gratuitas, lo que ayuda a validar su apuesta por un terror introspectivo y creíble. El director debutante saca un enorme partido al papel de las sonrisas manipuladas por el ente que desencadena la tragedia, y con este elemento logra montar una película cargada de giros y planos troceados por el neurótico contexto en el que se despliegan. Una virtud que convierte el film en un producto divertido y electrizante, capaz de provocar los sustos de los espectadores sin mucha parafernalia de por medio.

      Sin embargo, los problemas del largometraje vienen cuando alguien reflexiona sobre el tibio contenido de la historia, y su incapacidad para establecer una tesis medianamente sólida sobre la influencia del poder de la mente en la creación de monstruos colectivos. En una línea semejante, tampoco queda excesivamente creíble la existencia de una maldición concreta, ya que no hay posibilidad de hallar el rastro de que esta sea tal. Semejantes errores de cálculo restan un poco la necesaria perturbación ante el mensaje de la obra en su conjunto, algo que sí consiguen las impactantes imágenes de las sonrisas suicidas.

      Parker Finn se queda en el terreno de las suposiciones más o menos afortunadas sobre espectros vengativos, pese a que la irritación de estos carezca de la debida comprensión. Un campo abonado anteriormente por cintas tan ingeniosas como Fallen (Gregory Hoblit, 1998) e It Follows (David Robert Mitchell, 2014). Por cierto, la inclusión del aislamiento de la doctora Rose Cotter para luchar contra la maldición que la amenaza, que aparece en Smile, recuerda bastante a la determinación del personaje de Denzel Washington en Fallen, cuando el policía intentaba alejar al espíritu maligno encerrándose en una cabaña en medio de la nada. Además de esta similitud, existen también parecidos tangenciales con otros films, entre los que se halla The Ring.

Jesús Martín

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