Crítica de la película Finch
Buena película de ciencia ficción con mucho corazón.
Hay mucho que apreciar en una película como Finch y casi todo bueno. Visualmente magnífica, con un Tom Hanks conmovedor, llena de humor, tensión y emoción… Aunque los defectos del guión se llevan en parte el talento que hay tras las cámaras y delante de ellas, la película es una muestra de un tipo de ciencia ficción ligada al espíritu de Amblin, la productora de Steven Spielberg, y al de uno de sus más avezados alumnos, Robert Zemeckis, productor de la película junto a Amblin Entertainment. Una película que tras una premisa aparentemente sencilla tiene bastante que ofrecer, no sólo a nivel narrativo, sino en la profundidad emocional de los personajes. Aunque no hay nada que no nos hayan contado con anterioridad.
La película recuerda en algunos momentos a Wall-E. Un hombre vive solo en un futuro postapocalíptico que ha convertido la Tierra en un páramo con unos niveles de radiación intolerables. Junto a su perro intenta capear los brutales temporales y tormentas desde su refugio. Pero algo le impulsa a crear un robot que ayude a cuidar del perro. Un ser inteligente que aprenda rápido y pueda hacerse cargo de las cosas llegado el momento. Es entonces cuando emprenderán un viaje motivado por la situación, que les lleva a recorrer medio país para alcanzar una zona donde puedan estar a salvo de nuevo y donde empezar una nueva vida. Aunque en el fondo nada sea lo que parece y todo sea mucho más complicado de lo visto inicialmente.
Finch cuenta sólo con dos actores realmente, Tom Hanks, con un cambio físico espectacular (la escena del “desnudo” demuestra que estamos en el mundo que propone la película…) y Caleb Landry Jones, quien interpreta al robot que ha creado y que le acompaña en su viaje. También está el perro, parte imprescindible de la historia, claro, pero es en la relación entre estos dos personajes, creador y creación, padre e hijo, donde todo sucede. Y la química entre ambos es maravillosa. Son capaces de mantenernos siempre pendientes a lo que está sucediendo entre ellos. Incluso cuando el metraje se empeña en hacer que la historia sea excesivamente larga y sintamos que le sobra metraje. Una película así no necesita acercarse a las dos horas de metraje.
Sirva como ejemplo la escena de la persecución, del talento visual de Miguel Sapochnik, director de la película y responsable de alguno de los mejores episodios de Juego de Tronos. El director saca jugo al panorama, al viaje y la carretera, a los momentos de efectos especiales espectaculares o a esas ubicaciones abandonadas y semidesérticas que a mí me recordaron al juego Fallout, honestamente. Pero el guión no está a la misma altura. No cumple igual porque no arriesga, porque cuenta una historia antes vista y porque está desesperado por hacernos llorar. Y hay veces que lo consigue y otras que no. El protagonista cambia de parecer como de camisa, de un plano a otro, sin explicación aparente, solo porque la historia lo requiere. Haciendo que el producto final se resienta un poco. Pese a todo buena película de aventuras y ciencia ficción.
Jesús Usero
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