Riddick. Acción y entretenimiento garantizado con una mezcla de western, ciencia ficción y terror.
De vuelta a los orígenes. Así lo prometieron el director y creador de la saga, David Twohy, y su protagonista y productor, Vin Diesel, y así lo han cumplido. Riddick, tercera entrega de la saga del delincuente más buscado de las galaxias, regresa a los planteamientos visuales y estilísticos que caracterizaban el arranque de la trilogía, Pitch Black, dejando tirado a su protagonista en un planeta desierto cuyo paisaje es un remedo de las áridas praderas del lejano y salvaje oeste pasado por el tamiz de la ciencia ficción y con una parte final que rinde homenaje a la primera película e incorpora las claves del terror con un desenlace de clave épica que además logra hacer un guiño, no tengo claro del todo si voluntario o involuntario, a esa presentación de Riddick tan similar al héroe de espada y brujería Conan el bárbaro que marcó del desarrollo del personaje y sus aventuras y sobre todo el final (era Conan Rey) de la segunda película, Las crónicas de Riddick. Me refiero a ese enfrentamiento final entre las rocas que parece sacado de una viñeta de los cómics de Conan editados por la Marvel.
Teniendo todo esto en cuenta, y considerando que se las han ingeniado para introducir un flashback que vincula claramente la tercera entrega con la segunda y una motivación para uno de los personajes principales a modo de puente argumental con la primera, puede decirse que Twohy y Diesel completan la trilogía con coherencia, lo cual no era nada fácil teniendo en cuenta que cada una de las películas que la integran son similares en su superficie y cuentan con el mismo protagonista, pero al mismo tiempo difieren notablemente. Eso no me parece mal. Al contrario. Aprecio que cada una de las entregas de la saga de Riddick tengan su propia personalidad, e independiente de los gustos personales de cada cual respecto a cada una de ellas, creo probado que esa personalidad propia que exhiben cada una de sus partes, hace que toda la saga al completo sea más interesante y completa, puesto que sus artífices han rechazado desde el primer momento la posibilidad de limitarse a cocinar secuelas sin gracia para explotar el filón comercial de la primera entrega copiando hasta la extenuación las características de la misma.
Creo que en este punto conviene hacer un breve repaso a la saga y reparar en que la primera película, Pitch Black tenía todo el encanto y las características de la serie B y era una buena mezcla entre aventuras de ciencia ficción que se trocaba en terror en toda su segunda entrega. Asomaban ya en ella algunos elementos de western en el espacio, con esos aguaciles que trasladan prisioneros y esa especie de odisea del emigrante que tanto tiene en común con los desplazamiento de colonos por el lejano y salvaje oeste, pero eran sólo un trasfondo para poner a los personajes en la situación de terror.
El siguiente largometraje, Las crónicas de Riddick, aumentó su presupuesto para zambullirse en una space opera en toda regla con batallas espaciales y destrozo catastrófico incluidos, y aunque ciertamente los necromongers eran unos tipos góticos realmente siniestros, más que figuras de terror oficiaban como los magos y brujos de las historias de espada y brujería escritas por Robert E. Howard para personajes como Conan el Barbaro, Kull de Valusia o Solomon Kane. Además incorporaba un fragmento de cine de prisiones en un entorno de ciencia ficción que aireaba la parte central del relato evitando que se estancara y como ya hiciera en la primera entrega incorporaba algunos ligeros elementos de western con esos personajes de cazarrecompensas, presagiando lo que ocurre en la tercera entrega.
El arranque de la misma es una odisea de supervivencia con monstruos que además nos sitúa en las áridas planicies del planeta donde Riddick es traicionado y abandonado. Y pronto se nos propone un nuevo giro en la presentación genérica del relato instalándonos, ahora sí, desde el primer momento y claramente, en los paisajes y personajes del western. Y, ojo, no sólo del western clásico, sino más bien, como deja clara la llegada de los cazadores de recompensas liderados por el actor español Jordi Mollá, del espagueti western. Si alguien no quiere aplicar esa etiqueta perfectamente admitida durante años y prefiere ponerse escrupuloso con lo de la corrección política puede denominarlo también western mediterráneo. Todo sea por la paz en el mundo. Dicho sea de paso: Mollá está genial, como siempre. Le da un sentido a su personaje de villano con el que incluso podemos simpatizar a ratos que me ha recordado los trabajos de un clásico del espagueti western rodado en Almería, el cubano Tomas Milian, en película esenciales del género como El halcón y la presa o Corre, Cuchillo, corre, donde creó uno de los personajes más interesantes de este tipo de películas, Oro maldito, Cara a cara, El precio de un hombre o Tepepa. Y su aportación es importante, porque en mi opinión uno de los aciertos de la película es otorgarle en este capítulo ¿final? (espero que no, me apunto a más entregas de aventuras de Riddick) todo el peso argumental a las claves y personajes de western que estaban presentes en las dos entregas anteriores como elementos secundarios. Y además la entrada en el relato de los cazadores de recompensas permite incorporar al relato un giro de protagonismo que consigue evitar un posible estancamiento y hace evolucionar la trama hacia el territorio del terror, reforzando el personaje de Riddick convertido en amenaza acechante y el de los cazadores de recompensas como víctimas, un guiño a la situación planteada de arranque en Pitch Black. En ese giro protagónico hay que destacar también la presencia de Katee Sackhoff, que se constituye en la presencia femenina más potente de toda la saga, y la contribución de la estrella de la lucha libre televisiva, David Bautista, alias Batista, que va construyéndose una carrera cinematográfica curiosa en el cine de acción y del que cabe esperar más sorpresas tras su incorporación al reparto de Los guardianes de la galaxia.
De manera que entretenimiento garantizado y un buen cierre para el ciclo de las aventuras de Riddick, uno de los personajes más interesantes que se asomado al cine de ciencia ficción de los últimos años en una saga que ha tenido el acierto de hibridar con habilidad distintos géneros y trabajar en la tierra de nadie que separa la serie B de la serie A.
Lo dicho: espero que haya más películas de Riddick, aunque en su desenlace ésta se me haya quedado algo por debajo de sus muy conseguidos primero y segundo acto y caiga un poco en la repetición de Pitch Black en lo referido a su paseo final hacia el terror de serie B. Las cuatro estrellas son por tanto para esa primera parte de supervivencia y para su desarrollo con cambio de protagonismo.
Por cierto, me encanta la frase promocional: “Sobrevivir es la venganza”. Hay que apuntarla para estos tiempos que estamos viviendo.
Miguel Juan Payán
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