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lunes, mayo 6, 2024
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Tan fuerte, tan cerca ***

TANFUERTETANCERCA

Tan fuerte, tan cerca apuesta por el melodrama desgarrado para explicar el destrozo emocional de los Estados Unidos tras el 11-S.

Tan fuerte, tan cerca es un intenso viaje al dolor de la pérdida que generaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos que en realidad tiene como tema central la incomunicación. Llega a la cartelera diez años más tarde de la tragedia, y viene a demostrar que el daño ha sido irreparable, aunque sus escenas finales puedan querer imponer algo de optimismo imposible de aceptar después de dos horas y nueve minutos de sufrimiento lanzado contra la cámara a través de un niño que se ha quedado sin padre.

Dejando de lado que como dijo un compañero al salir del pase de prensa, el dolor puede ser tratado también en forma pornográfica, la película tiene sus puntos negativos y sus puntos positivos, pero hay que aclarar que en ningún momento abandona la clave melodramática, la tragedia como capa para envolver su historia y el dolor como compañero de viaje de sus personajes. Ese equipaje acaba pesando en el espectador a medida que progresa el metraje, y no voy a engañarles al respecto. No es una película fácil y está jugando en la liga de los dramones televisivos que pueden gustarle especialmente a un tipo de público mayoritariamente femenino y dispuesto a disfrutar de un largometraje que apuesta por arrancarle la lágrima al espectador a base de dos grandes interpretaciones del miembro más joven y el miembro más veterano del reparto.

Lo mejor de toda la película, sin duda, es el trabajo del joven protagonista, Thomas Horn, que no se achica por mucho que le pongan al lado a un icono de la cultura popular y el melodrama cinematográfico “made in Hollywood” como es Tom Hanks. Horn mantiene también el tipo sacándole ventaja a una Sandra Bullock que empezó su carrera haciéndonos reír y parece empeñada en enfocar su trayectoria profesional haciéndonos llorar. Horn se mide con solvencia y sorprendente madurez para su edad con un Max Von Sydow simplemente magnífico. Lo mejor de este paseo por el dolor, lo más interesante, lo que realmente debería haberse convertido en la verdadera trama de esta adaptación de la novela de Jonathan Safran Foer, debería haber sido precisamente esa pareja de búsqueda tras el enigma que forman el abuelo y el nieto, el joven Horn y el veterano Max Von Sydow. De hecho cuando éste último aparece en la historia el asunto se anima e incluso consigue engancharnos en esa búsqueda de la memoria del padre perdido por parte de un niño que finalmente consigue ponernos el nudo en la garganta moviéndose de un lado a otro, con su pandereta para darle la poca seguridad que puede conseguir en un mundo que le ha robado sin darle explicación alguna la pieza más importante de su existencia.

Reconozco por tanto que la película me ha emocionado en algunos momentos, con esos diálogos por gestos del abuelo con el nieto, la mano abierta en un sí o en un no, y especialmente en la escena de la pelea del niño con la madre y ese contacto entre ambos desde lados distintos de una puerta cerrada. Me ha interesado también el trabajo sobre el tema de la incomunicación, que es en realidad el epicentro de la historia, como se revela al final, aunque a primera vista nos hable de la pérdida. Pero creo que Stephen Daldry sigue viendo la vida con unos tonos tan intensamente tristes que puede llegar a abrumar en exceso al espectador. Es un gran director, como ya demostrara en su primer largometraje, Billy Elliot, que para mí sigue siendo su mejor película, Las horas o El lector, pero su sentimiento trágico de la vida le impide buscar un equilibrio más lógico en su comunicación con el espectador, algo que sí logro con su primer largometraje.

Sólo en Billy Eliot he percibido en la filmografía de este director un instinto de supervivencia que permita celebrar la vida y no deje al espectador emotivamente apaleado al salir de ver sus películas. El resto de su filmografía parece dedicada, como ocurre en Tan fuerte, tan cerca, a recrearse en lo muy miserables y tristes y patéticas que pueden llegar a ser nuestras existencias. Ya digo que en ese ejercicio es sin duda un maestro que controla a la perfección las emociones, pero la falta de un mínimo resquicio de sentido del humor y optimismo en su relato hace imposible que acabemos enamorándonos de sus historias, por mucho que reconozcamos sus méritos estéticos, sus alardes pictóricos si me apuran, su talento indiscutible para la composición del plano.

En las dos últimas temporadas hemos visto otras películas que trabajaban con el drama del dolor y la pérdida, como Contagio o Más allá de la vida (recuerden la historia del niño y de su hermano gemelo), pero en ambas encontrábamos algún resquicio para el optimismo, si me apuran incluso para el mensaje de seguir luchando hasta el final, que no encuentro por parte alguna en las recreaciones de la tragedia que lleva a cabo Daldry. Tampoco es que yo pretenda que Tan fuerte, tan cerca se convierta en La invención de Hugo, entiéndanme, pero sí creo que hay un optimismo en la relación abuelo-nieto que podría haber salvado la película de cebarse tanto y con tanta ansia casi masoquista en el melodrama más intenso y oscuro, abriendo alguna ventana al optimismo que podamos creernos, más sólida que ese tibio mensaje de “la vida sigue” que parece ser el máximo de optimismo que quiere permitirse el director en este trabajo.

No obstante, como monumento a la tristeza, Tan fuerte, tan cerca satisfará a los espíritus más románticos, a las amigas y amigos de ir a la sala a dejarse paquete y pico de pañuelos de papel en el intento, en lugar de caja y media de palomitas bien tostadas. Pero personalmente me parece excesiva en su regodeo sobre el dolor de la pérdida y me desconcierta la falta de salidas que nos ofrece el director para traducir ese melodrama recargado que como digo desarrolla un gran talento para narrar visualmente, poner la cámara en el mejor sitio y sacar el máximo jugo a algunos de sus actores. No a todos. A Hanks le veo un tanto acomodado en su papel de icono de la resurrección del tono “Frank Capra” en el drama del cine americano reciente, y Bullock despierta mis reticencias en su papel de abnegada madre. Pero el chaval protagonista y Max Von Sydow se ocupan de hacer que esas limitaciones de sus colegas puedan pasarse por alto.

Compren pañuelos antes de entrar. Luego no me digan que no se lo advertí.

Miguel Juan Payán

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