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viernes, mayo 3, 2024
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The Crazies **

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Hace unas semanas repasé The Crazies en su versión original dirigida por George A. Romero, con vistas a poder valorar mejor lo que habían hecho en esta nueva versión que ahora comento, y lo cierto es que he podido confirmar que las comparaciones siguen siendo odiosas, pero no por ello resultan menos interesantes, si bien hay que advertir que el remake es siempre una película distinta del original que como tal merece su propio espacio, aunque en este comentario inevitablemente voy a comentar algunas diferencias particularmente clarificadoras entre ambas versiones de The Crazies.

Paso a explicarme, que para eso me pagan.  La versión de Romero era modesta en presupuesto pero ambiciosa en contenidos, sobre todo en lo referido a su segunda lectura política, particularmente mosqueada con los llamados “poderes fácticos” de la sociedad estadounidense de la época, especialmente  políticos y ejército. Era un producto muy de su tiempo (se rodó en 1973), hasta el punto de que anticipó muchas de las claves que luego darían lugar a películas de mayor envergadura económica, que no de contenidos, como El puente de Cassandra (1976) o Estallido (1995).

El cambio más destacado es la manera en la que decidió narrar la historia Romero, que llevó a cabo esta especie de triquiñuela para hacer una película de zombis sin zombis, y de paso meter esa segunda lectura sociopolítica que tanto le gusta como aderezo de sus historias y también está presente con frecuencia en la filmografía de uno de sus colegas cronológicamente y genéricamente más cercanos, John Carpenter.

Romero optó por mostrar la acción reportajeada y desde distintos puntos de vista, incluyendo el de científicos, militares y políticos. De ese modo se podía permitir un intento de mayor amplitud de miras en lo que a retratar el conflicto central de la trama se refiere: la invasión del pueblo infectado por parte de efectivos militares que conforme avanza la trama, como ya ocurriera en el desenlace de La noche de los muertos vivientes con los cazadores, se revelan mucho más peligrosos que los propios infectados.

Pero el hombre andaba justo de dinero para recrear su catástrofe, aunque hay que decir que se las ingenió muy bien a base del truco del reportajeo para salir del asunto con bastante credibilidad, algunas escenas muy bien pensadas, alguna, como el tema del incesto, incluso muy osadas, y con una escena final de evacuación protagonizada por el jefe militar que contaba muchas cosas sin palabras y con las imágenes justas.

Hay que decir que los artífices de la nueva versión han contado con un presupuesto aparentemente muy superior (12 millones de dólares frente a los 275.000 dólares de que dispuso Romero), pero sólo aparentemente, porque si ajustamos los cambios en el valor de la moneda y consideramos el incremento presupuestario del cine estadounidense desde los años setenta hasta hoy, seguimos hablando eminentemente de una producción de serie B.

Por eso precisamente me llama tanto la atención que la nueva versión haya renunciado claramente a la doble lectura política de su antecesora para centrarse eminentemente en la odisea de fuga, estilo película de carretera, del sheriff (en la otra era un bombero), su colega y su pareja. Al tomar esa decisión han privado a la fórmula argumental de The Crazies de uno de sus puntos fuerte para convertirla en un clon más o menos aseado y entretenido, pero inevitablemente poco original, de otras películas recientes, como 28 días después, 28 semanas después o Infectados, que además era notablemente más inquietante.

Esos cambios de planteamiento empiezan a hacerse patentes ejerciendo como elemento de desarticulación de la personalidad del original desde el principio de la nueva versión. Romero iba al grano, entrando directamente en la trama desde la historia del granjero y su familia, sin empeñarse en establecer previamente el protagonismo de personajes concretos, como en este caso (que el bombero del original se haya convertido aquí en tipo con placa también nos dice mucho de lo acomodaticia que es la nueva versión del argumento, incluso diría yo que hasta conservadora, algo impensable en la versión original, donde todo giraba en torno a una lucha del individuo contra las instituciones). Esto era así porque para Romero su historia era una fábula de protagonismo coral.

Frente a eso, los responsables del remake, quizá intentando jugar sobre seguro y no complicarle la vida al espectador, han buscado un protagonismo claro y visualmente atractivo desde el principio, lo que resta verosimilitud al conjunto, quitándole posibilidades de inquietar realmente al espectador. Al mismo tiempo así se elimina de un plumazo todo el aire de reportaje que otorgaba toques más realistas a la versión anterior. Rompiendo el esquema de protagonismo coral y narración desde varios frentes, la nueva The Crazies cae en la fórmula de la narración desde un solo punto de vista, siendo así menos interesante.

Esto no sería especialmente grave por sí mismo, ya que en definitiva todo remake es una película distinta y tiene derecho a desarrollarse según su propia personalidad, pero ocurre que ni siquiera según la claves actualizadas del cine de terror consigue distinguirse de la multitud de películas de terror que la rodean. El punto de inflexión hacia la pérdida de interés se produce tras la escena a mi parecer más inquietante y lograda de la película, la que transcurre en el campo de retención de infectados con la protagonista atada a una camilla mientras uno de los locos juega a los pinchos morunos con el personal. Tras esa situación, la película acaba convirtiéndose en otra carrera para escapar que no aporta nada especialmente nuevo a este tipo de fórmulas y es un pálido reflejo de la versión Corman, que ciertamente era menos lustrosa en sus resultados visuales, pero supo hacer incluso de eso un punto a su favor para mantener la credibilidad del espectador en lo que nos contaba.

Por otra parte cuando la película llega a su tramo final con esas escenas en la gasolinera estilo La matanza de Tejas, la trama está ya un tanto agotada,  principalmente por ese protagonismo exclusivo y excluyente y no compartido del que hablaba antes, y cae en lo repetitivo, lo tópico, lo ya visto antes en otros muchos lugares.

Pero no todo es negativo. En la nueva versión los actores son mejores, y por ejemplo está mejor desarrollado el conflicto del cabio en el personaje del ayudante que en el original, aunque la relación entre el sheriff y su esposa es mero boceto y la resolución de ese asunto también era más interesante en la versión anterior.

Pero tengo que ser honesto y mi verdadera impresión después de ver la película es que en este caso, y comparando con el original, no podemos decir como el cómico José Mota aquello de “las gallinas que entran por las que salen”.

Me quedo con la versión Romero, aunque ésta sea visualmente más luminosa y se vea mejor que aquella.

Miguel Juan Payán

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