Agridulce comedia romรกntica que se decanta hacia el drama y pierde la risa en beneficio de una sofisticaciรณn exhibicionista.
Dos caminos se le ofrecรญan a los responsables de Un hombre de altura: tirar por la vรญa del humor gamberro, desternillante, incluso procaz si es necesario, y proporcionarnos un paseo satรญrico regado copiosamente con vitriolo sobre lo falsa que es nuestra sociedad aparentemente civilizada y polรญticamente correcta en la que las apariencias siguen mandando y los complejos y el quรฉ dirรกn tambiรฉn. Lo tuvieron ahรญ, ahรญ, y estuvieron a punto de conseguir que nos riรฉramos mรกs. Pero en lugar de seguir por ese camino, que fรกcilmente podrรญa haber suministrado Jean Dujardin, incluso aplicando una construcciรณn de personaje que lo acercara a uno de los indiscutibles maestros de la risa en la historia del cine galo, Louis de Funรจs, prefieren tirar por la senda mรกs trillada del amor casi imposible entre una alta rubia de aspecto nรณrdico a la que da vida Virginie Efira con una especie de mezcla entre Meg Ryan y Katherine Heigl a la que le aporta su propia e indiscutible personalidad, y el aspirante a novio mรกs bajito que interpreta Dujardin. Resultado: desperdician la oportunidad de sacarle el mรกximo jugo cรณmico al papel de la protagonista femenina en un relato que, como suele suceder en este tipo de fรณrmulas de dramedia romรกntica, estรก aparentemente tejido para espectadores de ambos sexos pero en el fondo es una materializaciรณn de las inseguridades y miedos masculinos ante el sexo contrario, cocinados para goce y disfrute de fรฉminas adictas a las peripecias romรกnticas en conflicto o simplemente para mujeres que eligen hacer una visita turรญstica a las fรกbulas de cuentos de hadas que les contaron en la infancia recicladas como delicatesen de reafirmaciรณn de la autoridad frente a sus congรฉneres masculinos.
En ese reparto de filias y fobias, de inseguridades, rencores, corazones rotos, desmembramiento sentimental y oportunismo emocional, Un hombre de altura pierde la oportunidad de sacar el mรกximo jugo a su propuesta de cuento moral, expresada en esa secuencia entre la madre y el padrastro de la protagonista, en la que ella deja claro que sรณlo vemos la paja en el ojo ajeno y en ningรบn caso la viga en el propio. Queda asรญ satรญricamente expuesta y en carne viva la falacia de lo polรญticamente correcto.
La verdadera fuente de interรฉs estรก en el retrato de la farsa social, de la marginaciรณn de los individuos en relaciรณn a su aspecto fรญsico, peso, procedencia socialโฆ Bueno, no, aquรญ no se habla en absoluto de clase social porque claramente la pelรญcula es una historia de prรญncipes y princesas burgueses, acomodados, รฉl arquitecto, bajito, pero con cochazo, dinero y gustos y aficiones caras para poder gastarlo. Ella abogada muy acomodada, clase alta, sofisticada, tan espigada en lo fรญsico como en lo social, la diosa inalcanzable. De manera que finalmente el mensaje es รฉste: bajito vale, pero siempre que tenga la faltriquera bien forrada. No es nada nuevo: ese mismo reparto de protagonismo ha estado siempre presente en los cuentos de prรญncipes, princesas, hadas y dragones, en los que los ratones lumpen, caso de que aparezcan, lo hacen exclusivamente como recurso cรณmico de segunda fila y sรณlo muy ligeramente por encima del decorado, como la asistenta del arquitecto protagonista de esta pelรญcula, otro personaje claramente desperdiciado en lo que a risas se refiere.
Miguel Juan Payรกn
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