Crítica Aquaman y el reino perdido película dirigida por James Wan con Jason Momoa, Patrick Wilson, Amber Heard, Yahya Abdul-Mateen II, Nicole Kidman
Muy inferior a la primera, con chistes sin gracia y Aquaman “Thorificado”.
De que va Aquaman y el reino perdido
Aquaman se enfrenta al doble reto de ser padre y ser rey de Atlantis.
Crítica Aquaman el reino perdido
Incomprensiblemente James Wan dilapida lo que había conseguido con el personaje en la primera película de Aquaman y nos propone como alternativa un memo chistoso con poca gracia subido en moto y transformado en reflejo del Thor tontorrón de las últimas películas de la Marvel.
Superhéroes en caída libre
Nada que ver con la primera entrega y confirmando la caída libre del cine de superhéroes que confirma sus peores momentos en una película que se mueve argumentalmente en el territorio de la acumulación de anécdota, sin arco de desarrollo de personajes o sus universos, sin historia realmente, solo con lo mínimo para poder poner a sus héroes en circulación y a partirse la cara con distintos monstruitos en una agotadora acumulación de secuencias de acción y batalla que acaban repitiéndose aunque cambie ligeramente la fauna de los antagonistas convocados para cada ocasión.
Títeres animados por ordenador
Desperdicia todos y cada uno de los caminos que crea, pero por los que finalmente no transita. Black Manta presenta cierto interés inicial que se anula cuando el propio guion parece desinteresarse de él para ponerlo a hablar con espejos y cerrar puertas en las narices del científico, uno más de los personajes secundarios de la película convocados en calidad de figurante con pretexto y poco más. Todo el universo que lo rodea se queda en mero exhibicionismo de decorado.
El guion escaso, que no está ni se lo espera, también desperdicia la ocasión de desarrollar con más habilidad la relación de los dos hermanos como recurso humorístico. Le falta diálogo para ello porque también hay que decir que los diálogos cuando no son exageradamente obvios están metidos con calzador, como el monólogo de flashback de Orm contando el pasado del reino perdido, o el padre de Aquaman revelándole “secretos” tópicos sobre la paternidad en modo abuelete transmitiendo sabiduría, eso no por hablar del recurso y chiste del buen rey que tiene puentes.
Lastrada por un guion tan pobre, la película elige retozar en un laberinto de efectos visuales que dan un golpe de estado contra el contenido argumental, reducido al mínimo, articulando un desfile de animaciones por ordenador en las que los personajes de carne y hueso acaban forzosamente convertidos en títeres animados por ordenador. Si al menos hubiera explotado el camino de disparates fantacientíficos, como el submarino y la tripulación de Black Manta, la fauna agigantada o el fusilazo estético a El señor de los anillos en el antagonista principal, con sustitución de el anillo para gobernarlos a todos de Tolkien por el tridente negro para cargárselo todo, podría haber salido adelante mejor como ceremonia de guiños friquis, pero incluso en eso se queda simplemente en proponer sin explotar o resolver, siembra ligeramente y no recoge fruto alguno, ni siquiera con el pulpo que ejerce como el R2D2 de esta odisea submarina.
Por otra parte el conjunto de la versión que llega a las pantallas hace inevitable en algunos de sus gestos -la anulación de Mera, que está pero no está, el destino del hijo del protagonista o la manera de resolver precipitadamente como si fuera mera anécdota el enfrentamiento final con el antagonista-, produce una extraña sensación de película en conflicto consigo misma, o con las distintas versiones posibles de sí misma que se traduce un caos, contradicción y reiteración cansina de las mismas propuestas, convirtiéndose en una batalla que se parece a otras batalla y a su vez es pálido eco de las propuestas presentadas en el largometraje anterior.
Te gustará si te gustó
Es algo más entretenida que Black Adam y la segunda de Shazam, un poco mejor que Marvels, pero cae en los mismos defectos del Thor de Taika Waititi, se pasa con el humor tontorrón de parvulario, convierte al personaje en payaso restándole solidez, y no se capaz de articular un discurso narrativo sólido perdida en la pirotecnia visual.
Miguel Juan Payán
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