REC 3: Génesis, es un muy divertido giro hacia la autoparodia de la saga terrorífica más taquillera del cine español.
Sin renunciar al terror, al gore, a meternos el miedo en el cuerpo, o por lo menos a resultar francamente inquietante –aunque personalmente he estado en algunas bodas donde no me habría importado que empezaran a aparecer zombis satánicos o como ustedes prefieran llamar a las hambrientas criaturas que se pasean por esta taquillera saga del cine español-, Paco Plaza le da un giro hacia la sátira y la autoparodia a REC que me parece muy saludable y coherente con lo que ha sido este ciclo de peripecias de terror con cámara subjetiva desde que inició su andadura allá por 2007. Porque creo que lo que siempre ha sido REC es un festival de cine más o menos interactivo, o por lo menos muy bien comunicado con su público, en el que el espectador es convocado a participar activamente en lo que va ocurriendo en la película. Lo cual que aquello que se nos muestra proyectado sobre el blanco virginal de la pantalla, rápidamente desvirgado a base de erupción sangrienta y literalmente a bocados de cine gore de primera calidad, pata negra de terror cinematográfico, parece salir de la pantalla sin tirar del tres dé o cualquier otra virguería tecnológica de última generación.
Que Balagueró y Plaza se tienen muy aprendido el camino para meternos en sus películas es algo que ya sabe todo buen aficionado al cine de lo inquietante. Que lo hacen en plan de celebración festivalera capaz de meterse a los adictos al asunto en el bolsillo con la primera escena, también está claro. Pero lo que planteaba incógnitas era cómo continuar la saga de REC sin abundar en las mismas claves ya expuestas en las dos películas anteriores ni caer en las trampas que han desnaturalizado y convertido en versiones light, sin cafeína, el remake norteamericano de la primera entrega (Quarantine), y su floja, si bien que moderadamente entretenida, secuela (Quarantine 2: Terminal).
La apuesta de Plaza por romper el vínculo con la cámara subjetiva sin dejar de pagar el lógico peaje a su protagonismo durante una parte del relato, llega así acompañada por una visión claramente autoparódica, cuando no abiertamente satírica, de las peripecias de unos novios que van a ver su día de boda salpicado de vísceras a diestro y siniestro, mientras algunos invitados al ágape deciden empezar a devorar a sus compañeros de mesa. El canibalismo de la SGAE está también presente en el guión merced a algunas bromas y a John Esponja, un personaje cómico/patético genial, de esos que siendo totalmente secundarios en la trama acaban por ganarse un puesto de honor en la memoria de los aficionados y en mi opinión merece incluso un muñequito de esos para pegar en el coche o coleccionar con otras piezas de merchandising de nuestras películas favoritas. La autoparodia llega con ese director de películas de bodas empachado de autoengaño que todavía sigue jugando a verse a sí mismo como cineasta rompedor. Plaza arremete además sin compasión contra todos los clichés del género, cual si fuera una especie de Don Quijote empeñado en meterle cera a los molinos de un género como es el terrorífico, tan estancado que está pidiendo a gritos que proliferen este tipo de ejercicios de sátira para recordar su verdadera naturaleza como producto rebelde afincado en los suburbios de la industria audiovisual de las grandes compañías, revulsivo contra la realidad y dispuesto a tirar por el camino de en medio de la fantasía para recordarle al espectador que vive en un mundo de tópicos infumables y atado a una realidad tirando a miserable y capaz de esclavizarle de por vida.
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Pero además de autoparodiar la saga de REC sin traicionarla, ojo, y hacer sátira de los clichés del cine de terror en la mejor línea de desafío al género desde el afecto que Plaza ya exhibiera en un corto que no deberían perderse y es perfecta compañía para esta película, Luna di miele, luna di sangue VII, una historia de terror en 1 minuto, donde el director ya vistió a Leticia Dolera de novia (está en youtube, se encuentra fácil), esta tercera entrega de la saga se pasea argumental y musicalmente por una boda introduciendo una historia de amor en el relato que tampoco deja títere con cabeza en lo referido al cine romántico por la vía de la parodia de los clichés que abundan en ese otro género tan estancado como el propio cine de terror.
El resultado es que REC 3:Génesis, no sólo nos da infectados caníbales y gore y cámara subjetiva, sino que además nos cuela en una boda haciendo un repaso a los momentos y personajes más tópicos de esa especie de subgénero dentro de la comedia romántica que son las ceremonias de enlace matrimonial, tanto en la vida real como en el cine, desde el pariente plasta o el amiguete macarrilla y donjuanesco hasta el abuelo sordo, que dicho sea de paso da pie a una de las frases de diálogo más surrealistas y desternillantes del cine de terror reciente.
La tercera es en mi opinión mejor que la segunda y mantiene bien el tipo frente a la primera, buscando la diversión del respetable por otro camino. Además de ver la escabechina habitual en las películas de zombis (o lo que sean esta variante de “caminantes”), puedes disfrutar viendo cómo los infectados antropófagos hacen lo que tú siempre has querido hacer: reventar una boda y sembrar el caos entre lo más cargante de tu familia.
Y además está Leticia Dolera en plan Kill Bill.
¿Qué más quieres por el precio que cuesta una entrada?
Miguel Juan Payán
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