Crítica Beau tiene miedo ★★½

Crítica Beau tiene miedo película dirigida por Ari Aster con Joaquin Phoenix y Nathan Lane

Ari Aster se pierde entre los pliegues de su propio relato.

La nueva película del director de Hereditary y Midsommar va a dividir aún más si cabe a la audiencia, como también a la crítica. Soy un férreo defensor de Hereditary, una película poderosa y contenida, inteligente y sorprendente, que nos dio algo de ese llamado terror elevado que muchos defienden hoy en día. La primera mitad de Midsommar me gustó mucho, pero a partir de cierto momento creo que pierde el norte y que The Wicker Man contaba básicamente lo mismo sin tantos aspavientos.

En Beau tiene miedo, esperaba recuperar al Ari Aster de Hereditary, pero no ha sido así. El cineasta se planteó hacer una comedia de terror que ni tiene comedia, ni tiene terror al final. Porque si lo que buscaba es humor, no hay ni una risa, y si lo que buscaba es inquietar al espectador… más inquietante son las 3 horas de duración que la historia o sus recovecos.

Es cierto que cuanto menos se sepa de la historia, mejor. Pero sirva saber que Beau es un hombre maduro que emprende un viaje, su propia odisea de camino a casa, para visitar a su madre, una figura realmente terrorífica que, desde niño le ha marcado con sus estrictas normas. Y en ese viaje suceden muchas cosas con la gente a la que conoce.

A partir de aquí imagino que, quienes entren en su juego, pasarán un rato absorbidos por los distintos momentos en los que vamos descubriendo esta odisea. Pero sí no, y es muy posible que eso suceda, sentirán que no están viendo una película, sino una sucesión de sketches inconexos, de pequeñas películas que no conectan y tienen muy poco en común, limitando eso el atractivo de la historia con su enorme duración.

En ese camino, Joaquin Phoenix se lanza a la aventura sin ningún miedo a su personaje. El actor demuestra una entrega y una valentía maravillosas, y si existen razones de sobra para ver la película están en su trabajo, contenido, inteligente, creíble. Incluso en los peores momentos, su trabajo es cautivador para mostrar el viaje de autodescubrimiento de este hombre, que tiene emparejado el sexo y la muerte, eros y tánatos, como una espada de Damocles que pende sobre la cabeza del personaje siempre. Marcado con un destino desde niño que no comprenderá hasta que sea mayor de verdad.

Ojalá la película tuviese más claro qué hacer con esa idea, en lugar de dar tumbos y llevarnos de cantos de sirena a peleas con cíclopes. Porque el arranque es verdaderamente prometedor, y todo lo que sucede en el apartamento de Beau es fascinante. El problema es cuando empieza el viaje y el camino nos lleva a otras tierras.

A partir de ese momento, la película va poco a poco derivando, sin mucho sentido. Sin mucho terror y sin casi ningún tipo de sentido del humor. Es un acto de egocentrismo completo en el que la experiencia del espectador no importa, sino lo mucho que puede molar un director desconcertándolo. Uno a veces mira alrededor para ver si alguien le está grabándolo porque no se lo puede creer.

Hay un intento de acercarse a Lynch, creo, que no sale bien. No conectamos con los personajes y las situaciones que son eso, sketches separados sin mucho más que ofrecer. Dejando un poco la sensación de haber estado perdiendo el tiempo durante tres horas. Hasta que llegan los últimos 20 minutos y el desmadre ya suena a disparate (la escena de la buhardilla es inenarrable), dejando la idea de lo que podía haber sido y nunca fue. Una película demasiado preocupada por sí misma y no por lo que quiere contar.

Jesús Usero

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