Gary Dauberman es el padre de la criatura y lleva escribiendo la saga Annabelle desde la priemra entrega, por eso es lógico que su debut como director sea con la muñeca a la que él ha ayudado a dar vida. Annabelle es su regalo a los fans del género, aunque no sea una idea suya original y venga tanto de la muñeca en la vida real como de su presencia en la primera película. Pero Dauberman sabe sacarle partido, sobre todo visual, a la propuesta. Es buen alumno de James Wan y se nota sobre todo en la puesta en escena, en cómo busca que los sustos surjan y el espectador, aunque los anticipe, se lleve la sensación de que algo realmente maligno está sucediendo (como el momento del coche o la persecución con la steady cam).
No es fácil aprovechar un espacio tan reducido, pero lo hace muy bien, y además nos presenta ideas para las siguientes películas de la franquicia, más que suficientes. Por supuesto la presencia de Patrick Wilson y Vera Farmiga como el matrimonio Warren se agradece, pero son personajes muy secundarios y los menos importantes. Las protagonistas son unas excelentes Grace y Iseman, que ayudan a creerse los momentos menos… interesantes. Porque la trama del colegio no tiene más peso que servir de relleno, porque hay momentos ridículos (la resolución final sin ir más lejos, pese a las imágenes poderosas de la armadura o el juego en el suelo…) y porque empieza a agotarse la fórmula. O inventan algo nuevo, o deben dejar descansar a Annabelle. Por el momento, queda un buen resultado. Ni más ni menos.
Jesús Usero
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